viernes, 18 de abril de 2014

DICC.317: DISLATE

Dislate: Hecho o dicho disparatado.


    1.  Era el verano de 2009. Siguiendo la insistencia machacona de mi querida madre, por fin me dispuse a efectuar la tanta veces recomendada lectura de Cien años de soledad, con un poco de vergüenza por no haberla acometido antes a pesar de estar a un paso de ser filólogo.
         En esa primera lectura veraniega me cautivaron absolutamente las vicisitudes de la familia Buendía, pero me quedé con la duda de si dicho encanto me lo había producido el estilo de García Márquez, esa obra en concreta o esa fusión de cotidianeidad y sobreanaturalidad que compone el realismo mágico. Sea como fuere y con la excusa de hacer un árbol genealógico de los Buendía que no había realizado en mi primera lectura, el estío sucesivo volví a adentrarme en las páginas de la excepcional novela. Allí, recordando lo leído antes de mi año académico italiano, gocé absolutamente de esa atmósfera única de Macondo, de los dislates imaginativos de José Arcadio Buendía, de la pasión oculta entre Amaranta Úrsula y el último José Arcadio, o de mi queridísima y sagacísima Úrsula Iguarán. Ellos y, por extensión el genial García Márquez, me agasajaron con unos geniales momentos en el verano más triste de mi vida.
          Tal vez por ello recibí ayer con gran pesar la noticia del fallecimiento del autor colombiano. Sin embargo, quedémonos con una mirada positiva: como el mismo Gabo sentenciaría: “no lloremos porque pasó, sonríamos porque vivió” y porque nos obsequió con excepcionales creaciones que están esperándonos para proporcionarnos placer.


2        2.    Sé que leído en forma de titular puede parecer uno de mis dislates, pero si esperáis a leer la entrada completa, veréis que no estoy tan desencaminado afirmando que el  Atlético de Madrid de Simeone es el Lazarillo del siglo XXI.
           Como primer punto de analogía, cabe destacar la revolución que supone su aparición: el Lazarillo de Tormes supone la inauguración de la novela realista en un mundo dominado absolutamente por el relato idealista, mientras que el Atlético de Madrid constituye el lanzallamas que va a acabar esta temporada con la tiranía dicotómica del siglo XXI entre Real Madrid y Barcelona.
            En segundo lugar, los yuxtapone su procedencia y filiación: mientras que el de Salamanca es nacido dentro del río Tormes, el de Madrid es crecido a orillas del Manzanares.
En tercer lugar, no se puede soslayar la proeza que suponen ambas victorias: el salmantino logra imponerse merced al trabajo ante unos patrones cuya aspiración es perpetuar el modelo feudal imperante en el momento, mientras que el madrileño con un tercio del presupuesto de los dos gigantes ha logrado eliminar al Barcelona de la Copa de Europa y sacar más de tres puntos a ambos en liga a falta de cuatro jornadas a base de idéntico argumento.
            Por otra parte, tanto el del siglo XVI como el equipo del XXI basan su éxito en la lucha constante y en una fuerza de voluntad solo al alcance de héroes. Y, precisamente por eso, son también análogos en cuanto a sentimiento despertado. Evidentemente, tanto Lázaro de Tormes como el Atlético de Madrid comienzan a granjearse enemistades desde el momento en que el éxito llama a su puerta, pero entre los lectores y los seguidores futbolísticos imparciales, ambos se grajean por igual ese cariño que solo se ganan los débiles.
            Por lo que a mí respecta, no puedo decir que el Lazarillo sea mi obra favorita, pero sí desde luego la más leída y probablemente la más veces nombrada, mientras que el Atlético de Madrid, Simeone y su hinchada conquistaron para siempre mi corazón el pasado nueve de abril cuando, ante mis ojos, en el Vicente Calderón se declaró oficialmente el estado de felicidad, de la misma manera que debió haberlo declarado Lázaro a setenta kilómetros cuando logró que nadie vendiera vinos en la capital si él no los pregonaba.
             Sí, definitivamente el Atlético de Madrid puede ser el autor o el reeditor del Lazarillo porque nadie entiende mejor su espíritu, y Lázaro puede jugar de delantero en las filas colchoneras, pues su brega es idéntica a la de los once davides rojiblancos.