1.
Mis queridos amigos:
estamos a 12 de agosto y, contra lo que pudiera ser lógico, aún no tengo claro
cuál será mi destino laboral cuasi-inmediato.
Vaya por delante que realicé finalmente las oposiciones
tanto en Madrid como en Castilla y León, aprobé con bastante buenos resultados
tanto en una comunidad -¿o debería decir “taifa”?- como en otra, pero,
paradójicamente cada día va cobrando más enteros la posibilidad de que mi
destino definitivo sea Cantabria, donde ha casi tres años quedé en la primera
criba de la oposición.
Expuestos objetivamente estos datos, el desenlace pudiera
parecer absolutamente inextricable, pero, como decía Eli el viernes pasado, la
resolución final será la consecuencia de haber jugado mis cartas en un juego de
estrategia dirigido por mis fobias y mis filias.
Vaya por delante que si oposité en Madrid, lo hice sugerido
por el ejemplo de Olga, que a la primera ocasión que se presentó consiguió una
vacante de media jornada. Pensé que, presentándome yo, podría tener idénticas posibilidades,
habida cuenta de lo mucho que valora el examen la Comunidad de Madrid en
comparación con otras taifas. En efecto, así fue: de mi tribunal solo pasamos
tres a la segunda parte; aprobamos la segunda parte y obtuve una vacante de
media jornada -que por ser de media jornada podía rechazar sin ser por ello
penalizado-, la cual, en un juego de estrategia, rechacé en espera de noticias
castellano-leonesas.
Exactamente el punto a mi favor en Madrid jugaba en mi
contra en Castilla-León, ya que la comunidad más conservadora de España no lo
es solo a nivel de infraestructuras, de arquitectura y de ideología, sino que
también a nivel educativo tiende a ponderar infinitamente más la experiencia
que el mérito del examen. Así pues, a corto plazo poco tengo que hacer en la
comunidad que me ha acogido en los últimos seis años.
Y cuando todo parecía abocado a un dilema entre continuar
un año más mi vida anterior o elegir Madrid con todas sus consecuencias, apareció
Cantabria; una comunidad que en los últimos meses ha unificado las listas de
vacantes y de sustituciones; en la que he subido cinco puestos con respecto al
año anterior; en la que hay algunos compañeros que, habiendo encontrado trabajo
en otra comunidad, renuncian a la cántabra; y en la que hay más de 95 vacantes
para el próximo curso. Así las cosas y considerando mi puesto 149 en las listas
del curso 2015-16, calculo que el límite entre obtener vacante o no conseguirla,
estará muy próximo al número del puesto que ocupo en la lista: si la tuviera
-cosa que se sabrá el día 19 de este mes- está claro que mi destino sería
Cantabria; si no la tuviera sería de los primeros para realizar sustituciones,
así que, en efecto, todo parece indicar que a mis cartas les está saliendo el
color azul del mar Cantábrico y que están adquiriendo el salado olor de las
anchoas. ¿Serán de Santoña?
2.
El presente año será
en nuestro país el año más electoral del siglo: comenzamos en marzo con las
elecciones andaluzas; las siguieron las municipales y autonómicas de casi toda
España en mayo, y aún nos faltan esas elecciones catalanas con marchamo de plebiscito
del 27 de septiembre, y las generales, presumiblemente el 13 de diciembre.
Pese a la hecatombe que trajeron aparejada las segundas de
estas cuatro citas electorales, todo parece indicar que las más importantes
para el futuro del país en términos nacionales serán las catalanas, habida
cuenta de la posición inextricable e inflexible del fanatismo catalán de los
últimos tiempos, liderado por ese Arturo Mas que ha visto en reventar el estado
español la única vía posible para salir indemne de la corrupción que abarca a
su partido y a su persona.
Sin embargo, esa lista única en la que se inmiscuye el
personaje y que solo ofrece nacionalismo es posible que no sea suficiente, dado
que en Cataluña cada vez viven más ciudadanos que, obviando fanatismos de
bandera, se preocupan de tener trabajo, de recibir la pensión y de vivir lo
mejor posible en el trozo de tierra donde les tocó nacer o donde las
circunstancias les llevaron.
¡Es la hora de la verdad! ¡Es la hora de no abandonar a ese
pueblo catalán silenciado por la alienación política y desdeñado por la prensa (nacionalista)!
¡Es la hora de que las opciones catalano-españolas se decanten por pagar las
facturas impagadas a las farmacias, por atender las necesidades de los
ciudadanos y por cerrar el grifo del despilfarro en forma de propaganda
independentista! Y, desde aquí, yo me decanto por pensar que esa opción es un
pacto entre el PP de García Albiol y Ciudadanos de Inés Arrimadas. ¡Ánimo,
catalanes! ¡Aún estáis a tiempo!
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