Mistificar: Engañar, embaucar, falsificar.
1. Como sabéis, queridos míos, la psicología es una de mis pasiones ocultas, cada vez menos arcana desde que la grafología y Carlos Rodríguez pasaron por mi vida para instalarse en los recuerdos más provechosos.
Como confesaba la mañana del sábado en las interesantes conversaciones mantenidas con José Antonio Jugo, quiero profundizar en el mundo de la psicología o del psicoanálisis para seguir indagando y aprendiendo más aspectos del conocimiento humano, tan aparentemente inacabarcable como apasionante.
A pesar de la escasa simpatía con que los miramos, creo que nuestros políticos en las segundas legislaturas de mandato son un caso dignísimo de estudio psicológico, así como una fuente inagotable de las más variadas patologías. Dada la impunidad de que suelen gozar los mandamases españoles, suelen desarrollar en esta etapa una especie de facultad o ceguera -depende del prisma desde el que se columbre- que les impide analizar los actos con un mínimo de objetividad. Sin embargo, pese a la anterior generalidad, creo que a esquizofrenias como la de Montoro en muy escasas ocasiones ha debido de llegarse. Este hombre que, según declaraciones propias, sube los impuestos cuando desea bajarlos; oye "pitos, flautas y la gaita más allá" mientras gobierna, y está impedido de hacer una declaración coherente en un español medianamente aceptable es, sin duda, un sujeto que, debiendo dejar de gobernar de inmediato, debería someterse a un tratamiento profesional del que sería costoso obtener resultados personales satisfactorios, pero del que, sin duda, se extraerían interesantes conclusiones para la disciplina psicológica-psiquiátrica.
Señor Montoro, por favor, cuando se oyen instrumentos musicales que nadie está tocando, cuando se hace justo lo contrario de lo que se predica, cuando se intenta presentar como un error múltiple el documento nacional de identidad que incrimina a la infanta -¡qué casualidad!: en cuarenta y cinco millones de habitantes el error llegó en una infanta que, para más inri, tiene un documento de tan solo dos cifras- y cuando se piensa que nadie se dará cuenta de sus mistificaciones, ha llegado el momento: debe acudir a recibir ayuda profesional.
2. Dice la sabiduría popular que por más que intentemos ocultarlas, hay dos cosas en el mundo indisimulables: el dinero y el amor. Personalmente, no estoy convencido del primero de los sujetos, ya que, si bien el pecunio suele saltar a la vista en numerosos detalles, no faltarán ricos vestidos con trajes de mendigos en aras de evitar peticiones o súplicas.
Este argumento lo trataba la noche del pasado martes, 11 de junio de 2013, en un banco de la salmantina Plaza de Madrid con mi queridísima portuguesa: es posible, me decía ella, disimular el dinero; pero, aunque mistifiquemos o evitemos denotar los sentimientos, estos al final nos acaban delatando, especialmente por medio de miradas o de sonrisas, le arguía yo, recordando la cita de Rosa Montero sobre las "golosas miradas que acarician".
Fue una noche indeleblemente hermosa tras la primera representación pública de La cabeza del dragón; una noche que será ya para siempre reclamo de nostalgia; una de esas noches que imantan un lugar -la Plaza de Madrid- y son cita de efémerides -¡vivan los onces de junio!-.
Por tantas y tantas cosas que tú sabes, querida Muerte, ¡¡muchísimas gracias!!
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