
Sin embargo, y a pesar de este racional prefacio, os deseo de todo corazón una feliz navidad y sobre todo, un 2014 grávido de felicidad, pródigo en emociones y rebosante de amor. Sed muy felices y disfrutad de uno de los más sabrosos manjares que nos dio la vida haciéndonos nacer en España: la lengua de Cervantes.
2. Conocéis esa opinión tan mía de que la vida es cíclica y que todo vuelve a repetirse con una circularidad inexorable: serán diferentes las circunstancias, cambiarán nuestras compañías, trocaremos lugares geográficos o sujetos oracionales, pero al final, el mundo da vueltas en redondo y todo vuelve a suceder.
Mi relación con la obra más universal de la literatura española no escapa a esta regla. Después de esas inolvidables tardes de Caffè della Panna y Quijote a orillas del Arno en la primavera de 2010, después de enamorarme perdidamente por segunda vez de la obra cervantina, pensé que la próxima vez que la leyese sería a mis hijos, con el reto de que la amaran igual que yo. Sin embargo, la preparación de las oposiciones y el consejo de Olga de que, dado mi amor por esta novela, fuese yo el que personalizase este tema oposicional, ha hecho que de nuevo y aunque de forma colateral -por medio de Aproximación al Quijote de Martín de Riquer- vuelva a acercarme a este prodigio. Y, una vez más, al igual que me scuedió hace cuatro años, vuelvo a convencerme de que es la segunda parte la que mayor calidad literaria posee, la que más me cautiva, la que me hace enamorarme de la personalidad de don Quijote a través de la pluma cervantina.
Esto desde mi punto de vista es lógico considerando que en esta parte, don Quijote, que conserva ciertos rasgos de la locura de 1605, queda prácticamente reducido a mera comparsa y a objeto de burla por parte de Sancho primero y de esos atrevidos Duques después, en cuyo palacio disponen una autética representación teatral que durará semanas, en la cual por medio de ardides y de burlas no siempre morales, juegan con Don Quijote y con un Sancho ya completamente quijotizado por los que el lector comienza a sentir verdadera compasión. Este sentimento se acrecienta aun más con la humanización que experimenta el personaje caballeresco en Barcelona, donde le descubrimos con verdadero pavor ante una batalla real contra los turcos, y con la asunción de su derrota a brazos del Caballero de la Blanca Luna. Finalmente las palabras que pronunica en el lecho de muerte, amén de elevarle al altar de los héroes inmortales, le hace un personaje absolutamente cariñoso por el que experimento como lector vocacional uno de los sentimientos más puros que imaginarse pueda.
Permitidme la licencia: ¡¡viva don Quijote!!
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