1. Dada la coincidencia de la disputa del derbi madrileño con los últimos minutos de la ruta guiada a los italianos del grupo Pavia en Madrid, no he podido seguir con la intensidad que hubiese deseado uno de los enfrentamientos que decidiría la presente liga española de fútbol. No obstante, como he podido vivir en los últimos minutos y según coinciden en señalar todos los medios, ha sido un partido visceral y meritorio por parte de ambos contendientes.

A pesar de tanto mérito como tiene este David de rayas jugando contra los dos Goliat de la liga española, tras el empate de hoy mucho me temo que el pequeño acabará sin llevarse ningún título nacional, al haberse quedado en semifinales de Copa del Rey y estar ya por detrás de Real Madrid y Barcelona a escasas jornadas del final. Sin embargo, como ser quijotesco que soy; como admirador incesante de Simeone, de Diego Costa y de lo que representan, y como incondicional de los humildes trabajadores, sigo pensando que este Atlético, y por extensión la hazaña y la justicia del trabajo, tienen una oportunidad en la Champions League. El fútbol tiene una deuda con el Atlético desde la final del Bayern y, como nada es casual, el año que Luis Aragonés ha subido al cielo tiene que ser un año celestial para los colchoneros.
2. A quien no lo haya vivido desde dentro puede parecerle música tantas veces entonada o una pleitesía demagógica ante tus alumnos, pero de veras que si lo has vivido desde ambos frentes eres capaz de entender a la perfección el enriquecimiento a todos los niveles que supone la convivencia con unos alumnos interesados en la materia que compartes con ellos, máxime si son de una cultura, de una edad o de un pensamiento diferente al tuyo y eres permeable a otra forma de pensar, de ver y de analizar.
Especialmente lo siento en estas siempre interesantísimas rutas turísticas por Madrid, donde, amén de compartir muchas horas, conversaciones y vivencias, compartes museos, lo que, como profesional, te exige enfrentarte a diferentes modos de acercar una misma historia, dependiendo del grado de competencia en tu lengua, de la cultura, de la edad, del conocimiento previo y del interés de partida del discente. Tal vez por haberme enfrentado hoy a mi primer grupo italiano menor de catorce años en el Museo del Prado he sido más consciente que nunca de este punto, si bien puedo decir sin temor a equivocarme que cada día que he visitado un museo con un grupo he aprendido algo nuevo del museo o de sus obras, ya sea en coloquios con alumnos, en conversaciones con profesores, en pláticas con otros visitantes o simplemente cultivando esa preciosa labor de escuchar.
Queridos amigos, os confieso sin ningún arrobo que, por poner un ejemplo, hace apenas un par de años yo apenas sabía del Guernica su autor, sus dimensiones, el lugar de exposición y que era testimonio directo de la incivil contienda que tuvo lugar en nuestro país entre 1936 y 1939; nada más sabía. Hoy, en cambio, gracias a la preparación ex profeso y, sobre todo, merced a todo el aprendizaje directamente recibido de mis acompañantes, soy perfectamente capaz de modular la explicación a los intereses y motivaciones de los turistas. La fórmula es bien sencilla, queridos míos: escuchar, recordar, contrastar y tomar nota; una apasionante y entretenidísima forma de sumergirse en esa aventura apasionante que es descubrir y aprender.
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