viernes, 10 de mayo de 2013

DICC.291: PRÓDROMOS

Pródromos: Malestar que precede a una enfermedad.


    1. Deseo hoy elevar un reconocimiento público a Rosa Núñez-Hoyo, esa querida "alocada" codirectora del grupo teatral Rabos de lagartija, a la que, afortunadamente, una excusa deíctica ha tenido la dicha de acercarme a conocerla un poco más.
         El pasado sábado esta buena mujer se hallaba en Madrid, atendiendo los pródromos sintomáticos de parto cercano de su hija Iris; y yo, que estaba también en la capital del reino, aproveché para quedar con ellas y ofrecerles mi humilde aportación acerca del trabajo que ha de hacer Iris camino de la licenciatura de Filología. 
         Allí, en la casticísima plaza de Tirso de Molina -no se me ocurre lugar más ideal para albergar una reunión "interfilologal"-, tuve la dicha de disfrutar de un apetitosísimo café y de una no menos interesante charla con mi querida Rosa. En ese lugar se confirmó lo que reflexionaba después mientras conducía camino de San Fernando de Henares: Rosa es de estas personas que se cruzan en mi vida, cuya sola presencia y ejemplo me insuflan una fuerza especial para convencerme de decir todo lo que pienso y para ser absoluto dechado de espontaneidad. 
         Estoy convencido de que Rosa podrá ser una segunda madre en Salamanca, un ejemplo en el que fijar mi vista tanto profesional como personal, y por todo ello, "querida Reina del reino de Mangucián", vaya mi agradecimiento y mi reconocimiento personal a tu persona desde estaas líneas. Sé que es imposible que lo hagas, pero, por si acaso te pasa la idea por esas alocadas neuronas, ¡¡no cambies nunca!! ¡Te quiero y te aprecio muchísimo tal como eres!


    2. Desde que mi querido Alberto en aquellas inolvidables conversaciones que mantuvimos en el último trimestre de 2009 en Pisa me confesó su problema con ella, la ironía ha constituido una de mis mayores preocupaciones teórico-académicas.
        El curso siguiente, en el Fraudimáster, hice una reseña acerca de un libro que abordaba el tema de una forma un tanto colateral y la conclusión que extraí no fue de una gran ayuda: tal vez la ironía de Alberto -y la mía en menor medida- no es captada con facilidad porque no la acompañamos de la comunicación no verbal adecuada. No obstante, dicha conclusión me pareció bastante pobre y me quedé con ganas de ampliar el estudio de este fenómeno retórico tanto desde su punto de vista lingüístico-retórico como desde el prisma volitivo de la persona que lo emplea, pues, poco tiempo después, mi admirado psicólogo y grafólogo Carlos comentaba en esas queridísimas clases de grafología que la ironía no es sino un recurso del que se vale un cobarde para expresar lo que no es capaz de decir de forma directa,  un síntoma de rencor mal canalizado y uno de los pródromos de un futuro odio hacia el interlocutor o la persona a la que se hace referencia por medio del mensaje irónico.
          Definitivamente, creo que no me moriré sin estudiar psicoanálisis, psicolingüística o psicología.





 

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