Aseveraba hace ya 30
siglos el rey Salomón que "el ignorante, si calla, será tenido por
erudito y pasará por sabio si no abre los labios". Permiténdome adaptar
al sabio monarca, podríamos añadir que en nuestros tiempos y en nuestra
cultura si no escribe, incluso podría pasar por alfabetizado.
Asisto con pánico, no exento de vergüenza, a la defunción paulatina del
español, una lengua que hace siglos fue el pendón de la bandera del
magno imperio de Felipe II y cuya excelsitud en los Siglos de Oro llevó a
los eruditos del momento a consagrar la belleza alcanzada por medio de
una institución nacida para limpiar, fijar y consagrar la belleza de
nuestra lengua.
Sin embargo, en el maremágnum de disfunciones
institucionales que vivimos actualmente, hace ya años que la Real
Academia Española dejó de cumplir esta misión, prohijando anglosajonas
voces tan horrísonas como ajenas a nuestra historia y cultura.
Podrá acusárseme de que estoy aplicando un criterio subjetivo y que el
uso debe privilegiarse sobre la norma, pero de lo que no me podrá
convencer nadie es de que en la última reforma ortográfica la RAE no ha
hecho sino renunciar a la alfabetización eliminando tildes que, si bien
causaban problemas a malos estudiantes, eran garantía frente a la
ambigüedad, que ahora podemos encontrar entre tomar un café solo -sin
leche- o tomar solo un café -sin compañía-.
Es de sobra sabido
que cuando se empieza a ceder, quien obtiene el privilegio acaba
tomándose mayores libertades -véase Cataluña respecto a España- y no
falta quien, amparado por la reforma académica, arguye que su ausencia
de tildes será normativa en pocos años, por lo que no pone el menor
empeño en cuidar la ortografía.
Introducida esta idea de
irrespeto lingüístico hacia las tildes pronto llega la extrapolación y
no faltan ejemplos que lo confirmen como "No habran los packs de
Coca-Cola" o "Prohivido aparcar".
Desde luego, como diría Alfonso Guerra, "no te conoce ya ni la madre que te parió", España. ¿O será Ex-paña?
No hay comentarios:
Publicar un comentario