martes, 11 de diciembre de 2012

DICC.245: PROVECTO

Provecto: Maduro, viejo, entrado en años.

 
     1.    Escribo esta entrada desde un tren que, habiendo salido a las 8:45 de Chamartín, me dirige de nuevo a mi querida ciudad de Salamanca, tras la firma de libros de la que ayer os hablaba.

      Mientras circulamos en estos momentos a través de los campos que sirven de alfombra al Real Monasterio de El Escorial no puedo evitar acordarme de otros viajes que he hecho por esta misma vía desde hace ya más de cuatro años. Y es que hace ya cuatro cursos académicos que Katy y yo compartimos vivienda y vida en un sueño que llamábamos Salamanca y en una Universidad que creíamos sinónimo de excelencia y, desde entonces, han cambiado muchas cosas.

Para empezar, los provectos trenes de entonces no tienen nada que ver con los modernos de ahora, provistos de enchufes, máquinas de bebida y cadenas para bicicletas; la experiencia de vida en un país extranjero, que era entonces poco menos que remota ilusión, cobró vida en nueve excepcionales meses en Italia; los sueños entonces vírgenes de profesorado, cuatro años después han encontrado concreción y solaz durante casi un año; la cercanísima experiencia de entonces de tocar Alcalá con el alma y con la palabra, encontró continuación en este septiembre en el que vestí a Ávila, a Segovia, a Salamanca y a Madrid de vocablos de amor y, por si fuera poco, en el ínterin, incluso Mariano Rajoy llegó a la presidencia del gobierno y España volvió a ganar un Mundial y una Eurocopa.

         Supongo que es así como pasa la vida: sin darnos cuenta, pasando siempre por los mismos lugares, pero siendo cada vez un poquito diferentes. En ocasiones, es tan sano como recomendable hacer un alto en el camino, mirar hacia atrás y entonar, parafrasenado a Violeta Parra, “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.





      2.       En una de esas páginas de Facebook nacidas para que los contactos afines las compartan veía ayer una foto en la que aparecía Rosa Díez junto al lema de UPyD - “ni de derechas ni de izquierdas”- y abajo, una glosa del dizque gracioso compositor que sentenciaba muy finamente que la política se fuera a tomar por viento, pues bajo dicho lema solía esconderse una actitud totalitaria que ejemplificaba con Hitler.

        Se da la circunstancia de que he empezado a leer estos días La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset, y cuál fue mi solaz, cuando leyendo el prólogo que hizo en 1937 el propio autor en aras de un mejor entendimiento de su ensayo, proclama: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar aún más la “realidad” del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías”.

        Mira tú por donde ya setenta años antes del nacimiento de Unión Progreso y Democracia, José Ortega y Gasset prohijaba la provecta idea que posteriormente ha servido de lema al partido de Rosa Díez, pero claro, ¿quién es José Ortega y Gasset para estos graciosillos que tanto adolecen de saber? Como diría una víctima de la LOE…, ¿pero ese en qué equipo juega?

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