1. Escribo esta entrada desde un tren que, habiendo salido a las 8:45 de Chamartín, me dirige de nuevo a mi querida ciudad de Salamanca, tras la firma de libros de la que ayer os hablaba.
Mientras
circulamos en estos momentos a través de los campos que sirven de alfombra al
Real Monasterio de El Escorial no puedo evitar acordarme de otros viajes que he
hecho por esta misma vía desde hace ya más de cuatro años. Y es que hace ya
cuatro cursos académicos que Katy y yo compartimos vivienda y vida en un sueño
que llamábamos Salamanca y en una Universidad que creíamos sinónimo de
excelencia y, desde entonces, han cambiado muchas cosas.
Para empezar,
los provectos trenes de entonces no tienen nada que ver con los modernos de
ahora, provistos de enchufes, máquinas de bebida y cadenas para bicicletas; la
experiencia de vida en un país extranjero, que era entonces poco menos que remota
ilusión, cobró vida en nueve excepcionales meses en Italia; los sueños entonces
vírgenes de profesorado, cuatro años después han encontrado concreción y solaz
durante casi un año; la cercanísima experiencia de entonces de tocar Alcalá con
el alma y con la palabra, encontró continuación en este septiembre en el que
vestí a Ávila, a Segovia, a Salamanca y a Madrid de vocablos de amor y, por si
fuera poco, en el ínterin, incluso Mariano Rajoy llegó a la presidencia del
gobierno y España volvió a ganar un Mundial y una Eurocopa.
Supongo que es
así como pasa la vida: sin darnos cuenta, pasando siempre por los mismos
lugares, pero siendo cada vez un poquito diferentes. En ocasiones, es tan sano
como recomendable hacer un alto en el camino, mirar hacia atrás y entonar,
parafrasenado a Violeta Parra, “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.
2. En una de esas páginas de Facebook nacidas para que los
contactos afines las compartan veía ayer una foto en la que aparecía Rosa Díez
junto al lema de UPyD - “ni de derechas ni de izquierdas”- y abajo, una glosa
del dizque gracioso compositor que sentenciaba muy finamente que la política se
fuera a tomar por viento, pues bajo dicho lema solía esconderse una actitud
totalitaria que ejemplificaba con Hitler.
Se da la circunstancia de que he empezado a
leer estos días La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset, y cuál
fue mi solaz, cuando leyendo el prólogo que hizo en 1937 el propio autor en
aras de un mejor entendimiento de su ensayo, proclama: “Ser de la izquierda es,
como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir
para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.
Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar
aún más la “realidad” del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el
rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho
de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen
tiranías”.
Mira tú por donde ya setenta años antes del
nacimiento de Unión Progreso y Democracia, José Ortega y Gasset prohijaba la provecta
idea que posteriormente ha servido de lema al partido de Rosa Díez, pero claro,
¿quién es José Ortega y Gasset para estos graciosillos que tanto adolecen de
saber? Como diría una víctima de la LOE…, ¿pero ese en qué equipo juega?
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