viernes, 14 de diciembre de 2012

DICC.248: APREMIAR

Apremiar: Dar prisa, compeler a alguien a que haga prontamente algo.


 1. Señor Xavier Hernández, hasta ayer tenía la mejor de las opiniones personales de usted. El "ahora no toca sacar la señera" que entonó en alguna oportunidad en celebraciones de títulos de España, unido al raciocinio que siempre ha mostrado en declaraciones procurando la paz con sus rivales, habían hecho que lo considerase prácticamente un dechado de humanidad y de sentido común para el siempre fervoroso público juvenil para el cual ustedes son, ni más ni menos, ejemplos consagrados a ídolos a los que imitar.
      Sin embargo, señor Xavier Hernández, ayer usted se dejó manipular por su empresa, que ha pasado de ser "més que un club" a ser directamente el órgano fervoroso que aprovecha su fuerza mediática al servicio de la causa independentista, aun a riesgo de que sus argumentos choquen frontalmente con la inevitable realidad. 
       Señor Xavier Hernández, usted es lo suficientemente inteligente y tiene el suficiente sentido común como para saber que sus declaraciones afirmando que la ley Wert quiere prohibir el uso del catalán son, de principio a fin, eminentemente mendaces. Usted sabe perfectamente que lo único que dicha ley quería garantizar era que todos los estudiantes pudieran ser escolarizados en español, sin menoscabo de los idiomas cooficiales. Sin embargo, señor, se ha dejado manipular, tal vez por el apremio que parece sentir para renovar con el Fútbol Club Barcelona. A este paso, señor, amén de renovar con el órgano político-futbolístico de Cataluña, podrá trabajar en El País. Involuntariamente está usted opositando al pluriempleo, y todo por una mentira. No obstante, no olvide lo que dice el proverbio: con la mentira puede irse muy lejos, pero sin la esperanza de volver.


   2.  Esta noche se ha celebrado -nunca mejor dicho- la Nochevieja Universitaria en Salamanca. Hace un rato, mientras caminaba hacia la biblioteca, cerca de las nueve de la mañana, todavía me he topado con numerosos grupos de jóvenes que, dominados por la embriaguez, intentaban siquiera mantenerse en pie o recordar por dónde se llegaba a su hostal, residencia o casa.
        Me planteaba, mientras escuchaba cómo Federico Jiménez Losantos nos daba su visión de la actualidad, cuánto progreso -en el sentido real del término- obtendríamos si el apremio que siente la mayor parte de la juventud hacia la fiesta y el alcohol se destinase a causas más provechosas, pero, en fin, parece que a la anuente juventud -perdón por la generalización- le importan más otros menesteres cortoplacistas.




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