jueves, 8 de noviembre de 2012

DICC.227: ARROBAMIENTO

Arrobamiento: Embelesamiento, enajenación, estado en el que alguien queda fuera de sí.

  1. Acabo de finalizar la lectura de Oscar et la dame rose, ese libro de literatura infantil que mi siempre presente Marie me regaló el 25 de junio con la intención de reconociliarme con su idioma vernáculo. Debo confesar que lo ha conseguido y que, sin necesidad de acudir al diccionario, he entendido perfectamente el sentido de todo el libro, del que además he disfrutado.
     La novela nos presenta todas las cartas que Oscar, niño leucémico internado en un hospital infantil, envía a Dios, al que ha llegado a conocer gracias a la intervención de su mejor amiga: la Dame Rose, Mamie-Rose, una vieja boxeadora, cuya labor es hacer compañía a enfermos terminales como el protagonista de la novela. La Dame Rose, en un perfecto ejemplo de generosa entrega, cada día recorre numerosos kilómetros con su viejo coche para ver a Oscar, para pasar con él las mejores horas del día. Ella siente un absoluto arrobamiento por el joven enfermo y, tras su muerte, con el corazón henchido de dolor, escribe una carta al Altísimo que creo que merece la pena ser transcrita en sus partes más interesantes como un excelente ejemplo en el que la cuita más profunda se conjuga perfectamente con el agradecimiento a Dios, haciendo realidad esa máxima de Saint Exupéry que sentencia: "No llores porque pasó, mejor sonríe porque lo conociste".

    «Je serai toujours dame rose mais je ne serai plus Mamie-Rose. Je ne l'étais que pour Oscar.
   [...]
   J'ai le coeur gros, j'ai le coeur lourd, Oscar y habite et je ne peux pas le chasser. [...]
   Merci de m'avoir fait connaître Oscar. Grâce à lui, j'étais drôle, j'inventais des légendes, je m'y connassais même en catch. Grâce à lui, j'ai ri et j'ai connu la joie. Il m'aide à croire en toi. Je suis pleine d'amour, ça me brûle, il m'en a tant donné que j'en ai pour toutes les années à venir.»


    2. ¡¡Vaya, vaya!! Ayer se pegó un buen batacazo el esquizofrénico Arturo Mas en Bruselas -sí, sí, lo prometo, hasta el año 2000 se llamaba Arturo, así, ¡en español!-. 
     En la capital belga, donde se respeta la ley y no se aplauden los totalitarismos -ni siquiera siendo catalanes-, periodistas extranjeros plantearon cuestiones al mandamás catalanista que lo dejaron a la altura de las alcantarillas. 
    Ahora bien, la reflexión es la siguiente: ¿por qué hemos de irnos a Bruselas para que se le planteen las preguntas que deberían hacerle los periodistas españoles?, ¿por qué el periodismo hispánico trata con conmiseración, cuando no con arrobamiento -véase La Vanguardia o La Secta-, a semejante totalitario? 



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