Encocorar: Fastidiar, molestar en exceso.
1. Os contaba en la entrada anterior, queridos míos, que el 2013 tenía la misma apariencia laboral que el año recién finado, pero, hete aquí que la disfuncionalidad de las instituciones de este país -tan insaciable como inveterada- ha venido a evitarlo.
Todo estaba dispuesto para que, aunque tarde, recomenzaramos el proyecto de CORPES esta semana, tras haber sido renovadas nuestras becas de forma automática. Para ello, no obstante, debíamos celebrar una reunión previa donde se distribuiría el material y se darían las indicaciones para esta nueva fase. Dicha reunión tendría lugar entre el viernes pasado, hoy mismo o mañana a lo más tardar, según se informó a principios de la semana pasada. Sin embargo, el jueves nos enviaron un nuevo correo confirmándonos que todo se retrasaba y que la reunión y el inicio de esta nueva fase sería ya en febrero -que os compre quien os crea-.
Dado que nuestras becas habían sido ya renovadas, me encuentro con la paradoja de que estoy dado de alta en la Seguridad Social sin trabajar durante todo el mes de enero, pero, a su vez, las palabras correspondientes a dicho mes tendré que recuperarlas cuando la monárquica institución tenga a bien, así sea a costa de reducir horas de sueño, de aumentar dolores de cabeza o de reununciar a otros posibles trabajos necesarios para sobrevivir a la crisis, cosa que me encocora especialmente.
No hay duda de que la disfunción institucional alcanza a todas las instituciones españolas, pero que esto acontezca el año en que se celebra el tercer centenario de la Real Academia Española es tal vez el epítome del desnortamiento español.
2. La semana anterior tuve bastante suerte con los resultados de esta pobre Liga nuestra que me hicieron ganar 60 euros sobre lo apostado en Sportium, gracias a la victoria del Betis en La Romareda, a la derrota del Siena en San Siro y a los goles marcados en el Napoli-Roma. Esta semana, aprovechando mi visita a Madrid, no quise faltar a mi cita con esta dichosa casa de apuestas y de nuevo la suerte me sonreía con el Málaga-Barcelona, en el que, tal como había pronosticado, se estaban metiendo menos de cuatro goles. Me asustaba el tercer gol del partido en el minuto 37 de la segunda parte, que me hacía presagiar miunutos finales de nervios, y finalmente, en el último minuto me fastidiaba la apuesta el tanto de Buonanotte, que me hacía perder lo jugado. No obstante, no me encocoré; no nos debemos jamás molestar ni enfadar por cuestiones futbolísticas. Si ganas tu apuesta o vence tu equipo, bienvenido sea el motivo de alegría, pero si pierde o pierdes, jamás os pongáis tristes, que para eso ya hay muchos argumentos en la vida. El fútbol no es, ni más ni menos, que un espectáculo y una excusa para olvidarnos momentáneamente de nuestros problemas.
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