miércoles, 30 de enero de 2013

DICC.265: EXPELER

Expeler: Expulsar.


  1. Contemplo cada día con más estupor, no exento de indignación, la situación sociopolítica de mi querido país, al cual, si pudiera analizar con ojos desprovistos de sentimiento, denigraría como una muestra de la imbecilidad humana.
       Mientras escribo esto, el pérfido Rubalcaba y el anuente Mariano se echan en cara la corrupción de sus políticos reclamando medidas para frenarla de cara al público, mientras pactan su propia impunidad entre bambalinas.
        En el mismo Congreso se hallan siete miembros paraetarras y proeterras de Amaiur -que, recuerdo, con escasos 300.000 votos obtuvo dos escaños más que UPyD, con más de un millón cien mil personas que le dimos nuestra confianza-.
        En la ya citada sala se hallan también multitud de nacionalistas catalanes que reclaman de la "puta España" la "módica" cifra de 9.300 millones de euros -¡viva la coherencia!- a cambio de no declarar mayor guerra para sus ansias secesionistas.
         Mientras todo esto ocurre, nos enteramos de que "el duque em_Palma_do", con la complicidad y benéplacito de su suegro y su mujer, nos ha robado cantidades ingentes a los contribuyentes españoles, y nadie en Zarzuela hace nada por detenerlo.
         Ante todo esto, cabría esperar que el pueblo fuera un clamor contra esta situación, que los medios de comunicación compeliesen a expeler a esta clase dirigente y que las intenciones de voto de todos los españoles se hubieran trocado significativamente, pero... si hubiera elecciones generales hoy los dos viejos -que no grandes- partidos serían los más votados, mientras a media población se le sigue cayendo la baba de admiración con el "gran rey Juan Carlos". 
         ¡Esta sociedad no tiene solución! Requiescat in pace!


    2. Se supone que la máxima aspiración del ser humano es la consecución de la felicidad, pero cuánto me temo que los jóvenes, inconscientemente y por apocamiento, con demasiada frecuencia renunciamos a ella por medio a no conseguirla y que nuestra autoestima, consecuentemente, salga aún peor parada de lo que suele estar.
         Para conseguir la meta de la felicidad hay muchas carreteras diferentes, pero dos, queridos míos, son puntos esenciales: expeler incocusamente de nuestra vida toda aquella raíz podrida de una planta que un día quisimos hacer florecer, y no temer al fracaso. Recordad el mejor consejo que nos legó nunca Spencer Johnson en ¿Quién se ha llevado mi queso?: "¿Qué harías si no tuvieras miedo?" ¡Actuemos como si no los tuviéramos para lograr nuestros sueños!






 
       

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